martes, 27 de noviembre de 2007

Redención

cuadro: Autoretrato. Salvador Valero.

Subió su cabeza a la luz: frío páramo lo tuvo llorando
Hasta que los ojos no fueron más que un bosque seco
Era su madre esa junta de pañuelos de sangre?
Era, aquellos lutos reunidos como pobres flores arrancadas con apuro?

Lloró y lloró hasta que fue también el llanto de los otros

El cielo le trajo promesas: ángeles como rosas
Muchachas bellas al tacto
Los humanos se le corporizaron en su completud
Había fallas en su mundo
Pero muchas veces una sola palmada hizo volver su boca, dulce.
“Aquí estamos”, se repetía para olvidarse un poco de la ausente.
María Barrientos