Lo que nos mueve a escribir son causas tan diversas como escritores hay en el mundo. Una infancia confusa o poco apropiada para hacer feliz a un niño, empezar rápidamente a crear mundos brillantes para combatir el frío de la soledad, un comunicación distante y forzada con los semejantes: palabras que debieran decirse no se dicen, quedan clavadas en la garganta y con un poco de suerte fundan en el texto algo más o menos apropiado (a veces es sólo la trama como posibilitadora de sacar esas espinas clavadas, que ya es bastante proeza, a veces no hay ningún valor literario.)
Los textos de otros generan poesía, la literatura genera literatura, me dijo una vez mi profesora y nunca me olvido de estas palabras. El valor de la belleza, de lo que es belleza para nosotros nos envuelve con una certeza más fuerte que las enciclopedias.
Los textos de otros generan poesía, la literatura genera literatura, me dijo una vez mi profesora y nunca me olvido de estas palabras. El valor de la belleza, de lo que es belleza para nosotros nos envuelve con una certeza más fuerte que las enciclopedias.
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